"La primera ley de la historia es no atreverse a mentir, la segunda, no temer decir la verdad" Su Santidad Leon XIII

miércoles, 25 de enero de 2012

La “doctrina peronista” y su función sobre el Pueblo

Siguiendo con los comentarios a la obra de Vicente Sierra, Historia de las Ideas Políticas en la Argentina.

El movimiento que encabeza el general Perón es de origen popular, profundamente democrático, pero la masa –como ha dicho Pío XII- ‘es enemiga capital de la verdadera democracia y de su ideal de libertad y de igualdad’. No hay que confundir la unidad que forja un pueblo con su expresión política como masas. La gran cuestión que la “doctrina  peronista" habrá de resolver es la de dar a la soberanía una singular conciencia de sus deberes, responsabilidades y solidaridad hasta forjar en el pueblo la conciencia de que las desigualdades individuales se engranan en la unidad jerárquica y que las instituciones sociales dan vida a los principios políticos, pero que existe una absoluta imposibilidad de forjar principios políticos validos si se carece de un concepto sobre el hombre. [Nadie lo ha logrado hasta ahora. Habría que estudiar profundamente porque, si en los principios estaba estipulado este programa, el peronismo no solo no pudo sino que terminó haciendo todo lo contrario: no ha logrado que el pueblo tenga conciencia de sus deberes, responsabilidades y solidaridad. El verdadero peronismo será entonces el movimiento que logré esto pues es la consecuencia lógica de sus principios, independientemente de las circunstancias (pues como bien dice Sierra, lo que esta en juego es el concepto del hombre y no las políticas económicas o sociales). No es el peronismo llamado de izquierda el que da respuesta al vacío de identidad que tiene este pueblo sino el peronismo que se desarrolló hasta 1949 (y que fue el continuismo del nacionalismo de los generales del movimiento de 1943) y que, por falta de dinero, dejó de creer en sus principios como solución y se volcó a la solución terrenal y foránea. El peronismo de izquierda es hipócrita porque sabe que los principios del movimiento son totalmente contrarios a ellos pero la estructura es funcional a sus objetivos, la necesitan. Quieren imponernos una doctrina que nada tiene que ver con nuestras tradiciones por ser extranjerizante aunque se presente autóctona] He aquí el nudo de la cuestión política. Los intereses materiales juegan en la primera etapa, pero deben ser substituidos por los verdaderos principios políticos, los verdaderos principios religiosos, los verdaderos principios sociales. Perón lo ha comprendido al afirmar que el mundo del futuro será de aquellos que realicen las virtudes que Dios enseñó a los hombres [¿Es una observación inteligente y profunda? ¿No nos enseñan las Sagradas Escrituras que vamos en picada hacia el Fin de los Tiempos, hacia el gobierno del Príncipe de este Mundo? No. El futuro terrenal no será de aquellos que realicen las virtudes que Dios enseñó; el futuro post terrenal será de ellos]. Porque toda verdad política o social es, al final de cuentas, una verdad teológica [siguiendo la tradición del gran Donoso Cortes], desde que tiene que basarse en una verdad sobre el hombre, y sin dios no hay concepción de la persona humana que tenga sentido. Sin Dios, el hombre es un ente biológico, económico, político, lo que cada pensador crea más cómodo a fin de someterlo a sus directivas [¡Esto hacen los Arquitectos de la Cultura de la Muerte!]; con Dios, el hombre es, ante todo, persona. Una autentica democracia no es realizable cuando se crea al hombre dominado por la herencia, o por la economía, o por la psiquis, o por la geografía, o por las fuerzas telúricas o por cualquiera  de los tantos descubrimientos con quien la ciencia racionalista a procurado demostrar que el hombre es incapaz de la libertad; una autentica democracia es posible cuando se cree, con el cristianismo, que el hombre está dotado de libre albedrío y que cada uno es dueño de sus actos y responsable de ellos [sobre todo lo último que hoy hemos perdido pues el concepto de libertad propuesto por la modernidad nada tiene que ver con el verdadero concepto de libertad cristiana]. La doctrina de Perón abre, por consiguiente el camino a una auténtica democracia, que tiene que ser la entendida como tendencia social, o sea, como dice Marcel Demongeot, ‘el celo de dar a las clases trabajadoras, hoy más que nunca oprimidas en el mundo moderno, condiciones humanas de vida, requeridas no solo por caridad sino ante todo por la justicia’, cuya forma política, tarde temprano, habrá de ser entendida en el sentido Aristotélico y de Santo Tomás, o sea, la del número templado por la virtud, no por la riqueza.

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